profesional: el docente, valga la redundancia. En consecuencia, el perfil docente se define como
“el conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes y valores para realizar una docencia de
calidad y su descripción ha de incluir: qué han de saber, qué han de hacer y cómo han de ser los
profesionales de la educación” (Inspección de Educación de la Comunidad Autónoma del País
Vasco [IECAPI], 2021, p. 11). Por ello, el docente, como acreditante de competencias,
habilidades, formación académica y destrezas profesionales, ejerce a través de la metodología,
estrategias, actitudes y procederes hacia la concreción curricular dado en el proceso aúlico
siendo resultado el marco de enseñanza – aprendizaje, es allí el marco real del servicio
educativo, la vocación y empeño con que el docente concrete el currículo en aula (Espinoza et
al, 2017).
La problemática de asentamiento en la relación de la concreción curricular versus el perfl
docente para la facultad del servicio educativo se traduce en su oferta, por ende, se convierte en
un desafío consecuente de la exigibilidad de consolidación teórica – práctica en la didáctica
curricular que procede de la planificación docente, a su vez, éste se debe interrelacionar con las
políticas educativas de enseñanza – aprendizaje. Ante la crisis social existente en el orden
mundial sin desprenderse de la crisis propia ecuatoriana que se traduce en pobreza, desempleo
y la inequidad de oportunidad, la acción educativa se convierte en un objetivo de política mundial,
actualmente, traducido en las ODS (Objetivo de Desarrollo Sostenible), la cual, en su efecto
educativa se contiene en la ODS 4 cuyo objetivo es garantizar una educación inclusiva con
equidad y calidad para el desarrollo integral del ser humano en la sociedad (Stabback, 2016). En
definitiva, la dinámica impuesta por la propia sociedad convierte a la educación en el foco de
atención para intercederla ante los problemas sociales, en tanto, los elementos de concreción
curricular existente se torna limitado por la falta de recursos en las instituciones educativas, la
prevalencia del acervo económico antes que productivo social en las tendencias de enseñanza
y la insuficiente caracterización cultural del currículo en los procesos de enseñanza – aprendizaje
convierte a la concreción curricular, definitivamente, en un desafío por el perfil docente existente
(Oficina Internacional de Educación, 2017).
En el Ecuador, la concreción curricular se centra en una macroestructura signada desde
el año 2016 denominado Currículo Nacional Obligatorio, seguidamente, su aplicación se refleja
a nivel institucional a través del Plan Curricular Institucional (PCI) siendo el nivel mesocurricular,
de éste, a nivel microcurricular por el docente en su respectiva Planificación Microcurricular ya
sea por unidad (esquema) o trimestral (tiempo), consecuentemente, dicha planificación se
concreta en el aula mediante su disposición tanto para la pedagogía – andragogía dependiendo
de su oferta como del marco didáctico de actuación docente. Actualmente, el marco del accionar
curricular se torna limitado, por tanto, se convierte en necesidad urgente el engranaje curricular
dado en sus elementos tales como: propósito, sistemas de evaluación, enseñanza,
programación, ddiácticas y recursos hacia el alcance social y cognitivo exigiendo una
procedencia profesional bajo la perspectiva intercultural y multicultural ecuatoriano en pro de una
educación integral en la sociedad (Herrera y Cochancela, 2020).
La excesiva dispersión del bachillerato fragmentados en Bachillerato en Ciencias (BC),
Bachillerato Técnico (BT) y Bachillerato Técnico Productivo (BTP) hace que las instituciones